Una lionesa con un destino extraordinario
Élisabeth Estrieux, nacida en 1757 en Lyon, se casó muy joven con el fabricante Claude Tible. Trabajó como comerciante de modas, y algunos dicen que también cantaba, pero lo cierto es que no amaba a su marido y no pasaba mucho tiempo con él. Está muy unida al conde de Laurencin, un apasionado de la ciencia, y su vida cambia cuando su ciudad prepara grandes celebraciones en honor de Gustavo III de Suecia. Para la ocasión, un monumental globo aerostático llamado La Gustave es construido por el ingeniero Fleurant y financiado por el conde de Laurencin. Elisabeth acepta instalarse en él como pasajera, convirtiéndose en la primera mujer de la historia dispuesta a surcar los cielos.
El histórico vuelo de 1784 en Lyon
El 4 de junio de 1784, Élisabeth Tible despegó de Lyon ante una multitud entusiasta. Su vuelo duró unos tres cuartos de hora, se elevó a 1.500 metros de altura y cruzó el cielo sobre el Saona y luego el Ródano. La aventura fue peligrosa: la góndola se desprendió parcialmente y los espectadores se preocuparon por el riesgo de incendio. Elisabeth declararía más tarde que tuvo que agarrarse al borde de la góndola porque se había formado un agujero debajo de ella. Sin embargo, el aterrizaje se produjo sin contratiempos. Este vuelo marcó un momento decisivo: por primera vez, una mujer no era espectadora sino actriz en la exploración aérea.
El despegue del globo aerostático en el que Elisabeth Tible fue la primera mujer de la historia de la humanidad en surcar los aires/ Foto elegida por Monsieur de France: Por Charles Boily - http://collection.sciencemuseum.org.uk/objects/co523168/montgolfiere-la-gustave-print, Domaine public, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=67507377
Falta de reconocimiento
Tras su hazaña, Élisabeth recibió una medalla de la Real Academia de Ciencias. Su valentía demostró que las mujeres podían participar en el desarrollo de la aeronáutica, un campo entonces reservado a los hombres. Esta osadía la situó junto a las grandes pioneras de la aviación desde nuestro punto de vista, pero el público de la época no le prestó demasiada atención. Incluso lo sufría, ya que la gente prefería aplaudir a las actrices de la época antes que a ella cuando aparecía en el teatro, por ejemplo.
Una vida corta, un recuerdo duradero
Élisabeth se trasladó a París para continuar su vida, pero murió prematuramente en 1785, con sólo 27 años. A pesar de su corta vida, dejó una huella imborrable: su nombre sigue asociado a las primeras heroínas de la historia del vuelo. Hoy, calles, murales y sellos recuerdan su hazaña, y su memoria sigue inspirando la historia de las mujeres pioneras de la aeronáutica.